jueves, 8 de marzo de 2012

Humor y educación

ALEGRÍA Y OPTIMISMO PARA AFRONTAR LA TAREA EDUCATIVA


En el “Libro de Buen Amor” del Arcipreste de Hita aparecen los siguientes versos:

            Quiere la juventud mucho placer consigo,
            la mujer quiere al hombre alegre por amigo,
            al huraño y al torpe no le aprecia ni un higo;
            tristeza y mal humor crean al enemigo.

            La alegría hace al hombre más apuesto y hermoso,
            más sutil, más osado, más franco y más donoso;
            no olvides los suspiros, en esto sé engañoso,
            más no seas parlero, te creerán mentiroso.

Con estos versos tan bien trazados, podemos ver la importancia que tiene la alegría y el buen humor en las relaciones humanas, no ya en temas amorosos como los tratados en el mencionado libro, sino en todos los aspectos de nuestra vida.

En una profesión como la de educador, en la que la frustración  y la lucha es continua, el sentimiento de abatimiento se puede superar con esas grandes virtudes que Don Juan Manuel nos apunta: la alegría y el buen humor.

Siempre decimos que nadie quiere escuchar penas, al alegre todo el mundo se le acerca, todos quieren su amistad puesto que el buen humor como la tristeza se contagian.
El optimismo es una herramienta con la que cuenta el ser humano para superar y ayudar a superar a los demás los momentos difíciles de la vida.
La profesión de educador, en especial, necesita de la alegría y el buen humor, puesto que su trabajo enmarca situaciones de aislamiento, desprotección, soledad, marginación, exclusión, drogodependencia, delincuencia, etc. todos estos aspectos negativos de la sociedad que pueden hundir al carácter más flotante, no deben ser la escusa para renunciar a un trabajo que tiene que realizarse.

En sociedades, en las que los educadores deben realizar labores contradictorias, puesto que es la misma sociedad la que propone soluciones a problemas que por su funcionamiento ella misma genera y no erradica, sino que en parte sólo trata de enmascarar, son los educadores los encargados de tomar buenas dosis de entusiasmo y alegría para que al menos los sujetos a los que va dirigido nuestro encargo no se vean contagiados por un pesimismo que no conduce más que a la renuncia.

Como dice el Arcipreste de Hita “tristeza y mal humor crean al enemigo”, enemigos es precisamente lo que no necesita una profesión que no carece precisamente de ellos. Enemigos como las trabas administrativas, las incompetencias políticas, la economía globalizada, los intereses particulares, las mafias, etc., si no pueden ser abatidas por el optimismo al menos que en él encuentran un buen obstáculo.

           

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