CIUDADANÍA, ESPACIO PÚBLICO Y CIUDADANISMO
Para hablar de
estos conceptos vamos a remitirnos a textos y noticias trabajadas en clase de
Animación Socio-Cultural II, para abordarlos desde distintas perspectivas:
“Crítica del ciudadanismo” de Mario Domínguez Sánchez
Noticia publicada en octubre de 2005 en Irún:
“Educación Cívica. Talones Cívicos”
“El espacio público como ideología” de Manuel Delgado
Empezaremos abordando el tema del
ciudadanismo referido en el texto
“Crítica al ciudadanismo” de Mario Domínguez.
En palabras de
Mario Domínguez: “[…] entendemos por ciudadanismo una ideología difusa,
asociada a un cierto conjunto de prácticas políticas y ampliamente difundida,
cuyos rasgos son”:
1.
Que la democracia es capaz de oponerse al capitalismo
2.
El proyecto de reforzar el Estado
3.
Su vocación universal, de abarcar todo, y su
vocación pedagógica
4.
Aglutinar una inmensa mayoría social
El primer aspecto que plantea Mario
Domínguez es que la democracia es capaz de oponerse al capitalismo, en la que
se plantea la idea de que los ciudadanos se mueven entre el individualismo
extremo y la masa. Aunque la misma palabra individualismo subraya la
individualidad de la persona, de que no haya un aspecto colectivo, se sabe que
el ciudadanismo juega en base a una representación colectiva que aboga por la
representación y bienestar de todos (por lo menos en teoría).
Actualmente este colectivo, esta masa, se encuentra despolitizada, sin
ambición de seguir a sus dirigentes en
todo momento. No quieren hacer política, sino ser objeto de la misma.
En este “conflicto” entre individuo y masa
habría que recalcar que la en la actualidad la sociedad le da un mínimo
valor al colectivo, dando gran
importancia al individuo, es decir anteriormente se daba gran importancia al
grupo, mientras que ahora existe un individualismo exacerbado. Es importante
detenerse en este sentido, ya que cuando se habla de masa no se hace en el
mismo sentido que en el de grupo, ya que un grupo implica vínculo, fuerza,
unión, mientras que masa implica individuos con mayor sugestionabilidad,
contagio emocional, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato para el
individuo. En un mundo globalizado cada vez se habla más de masas y se aboga
más por el individualismo. Si bien es cierto que muchos individuos individuales
comprometidos forman una masa comprometida.
Las redes de ciudadanía creadas en la
actualidad, pueden definirse parafraseando a Esteban Ibarra como: iniciativas
organizadas de una forma automática y horizontal, donde no sólo se lucha por
oponerse y resistir, sino que crean situaciones transformadoras de la realidad.
Bajo esta perspectiva podemos concebir a los ciudadanos como individuos que
crean un pensamiento político por sí mismos. Al contrario del pensamiento de
Domínguez, Ibarra siente a los ciudadanos como actores activos y no pasivos.
Un aspecto primordial que emana del
ciudadanismo es el de participación, el deseo de democracia, en el que sería
importante sentir que el ciudadano puede hacer algo más (como plantea Esteban
Ibarra) que votar o abstenerse a hacerlo.
El ciudadanismo
tiene un carácter moral; hay que tener una posición cívica, generosa, para así
beneficiarse de lo bueno.
Desde el
discurso ciudadanista se busca:
-
La participación activa en el sistema político
-
La inclusión de los movimientos sociales
-
Que el gobierno local busque la participación, pero no
sólo informando al ciudadano, sino formándolo e integrándolo
-
Que haya una cohesión e integración social
-
Que los agentes político institucionales transformen en
propuestas concretas las demandas de los ciudadanos
Se puede decir que los ciudadanistas
intentan recomponer el vínculo que unía
antiguamente a “la clase obrera” mediante la unión de los ciudadanos a través
del Estado. Aunque difícilmente puede hacerse esto cuando la principal
preocupación reinante es la del “bienestar” de los mercados por encima del
bienestar y protección de las personas, de los ciudadanos.
El segundo aspecto que plantea Domínguez
es el de reforzar el Estado.
El ciudadanismo entiende que el Estado
democrático es un medio válido para paliar e incluso para acabar con las
desigualdades sociales.
Para materializar esta idea de
reforzamiento del Estado, los ciudadanos no sólo deben elegir a sus
representantes, sino presionarles para que actúen como corresponde, es
decir realizando políticas sociales
efectivas.
En este sentido
se hacen importantes las palabras de Pont: “El ciudadano ha de tener la
capacidad de decisión y de opinión sobre cómo ha de ser el Estado que le
proteja”. Aunque en la práctica tal idea resulta casi una utopía, conciliar lo
que se pretende con lo que es en realidad.
Una idea importante del ciudadanismo es la
fuerte defensa que se hace del sector público como un derecho que debería estar
fuera de la lógica capitalista. A partir de la mundialización o globalización,
se ha creado un discurso contra el “ultraliberalismo incontrolado”, donde todos
los ciudadanos son llamados con un tono de miserabilismo y culpabilización, a
convertirse en los co-gestores de la economía mundial, por medio de la presión
y el control ciudadano.
Aunque en opinión del autor los ciudadanos
son sujetos pasivos, cada vez son más las voces que se levantan en contra del
capitalismo descontrolado y de las injustas reparticiones del mismo, aumentando
con ello las movilizaciones mundiales en contra de esta ceración de sociedades
duales.
El tercer aspecto que aborda el autor
es la vocación ecuménica y pedagógica del ciudadanismo.
El espacio de
lucha ya no son las fábricas, las calles, el barrio… sino los medios de
comunicación que “controlan” a la multitud, diciéndoles que tienen que hacer.
Por eso cuanta más desunión, más vulnerabilidad de los individuos hay frente a
las continuas noticias que se publican. Por ello es importante volver al tema
de la participación, ésta tiene como objeto directo escuchar a los ciudadanos,
aunque lo que realmente es importante es que con la participación se consigue
una buena cohesión social que garantiza el buen funcionamiento de nuestra sociedad,
y por consiguiente un refuerzo y una opinión propia frente a las noticias
generadas por los medios de comunicación.
La
participación, se refiere en definitiva a una ciudadanía que adquiere madurez
democrática y dinamismo socioeconómico a través de la propia participación en
los asuntos colectivos y también sirve para promocionar determinadas conductas
y actitudes ciudadanas.
Desde la educación, se ha abordado la
ciudadanía en el gobierno anterior implantando la asignatura de enseñanza
secundaria Educación para la Ciudadanía, desde la que se pretendía fomentar el
respeto, la tolerancia, la solidaridad, la participación o la libertad. Aunque
en realidad los contenidos se reducían a lo que el sistema político y económico
aceptaba como “buenas conductas ciudadanas”, donde la única medida educativa
posible era inculcar la necesidad de aceptarla.
Hace no muchos
años, este cometido de hacer “buenos” ciudadanos no era visto como una
obligación, sino que se daba de una forma más espontánea en el día a día. Los
competentes de dar indicaciones para ser un buen ciudadano eran la familia, los
vecinos, los amigos… ahora este cometido se deja a la educación secundaria,
como si desde pequeño no se tuviera que formar, tomar conciencia de las
prácticas que son aceptables en el ámbito público . No es algo que haya que
“obligar” a hacerlo a partir de ciertas edades, sino un aprendizaje progresivo
de lo que es vivir adecuadamente en sociedad. El niño debe aprender en la calle
la vida social, no se puede aprender cercado en un sitio y con actividades
programadas. Precisa de un ritmo y de
una forma más espontánea que las que se dan en un aula. Además la vida social
en la calle favorece las relaciones inter-generacionales, perdidas en la
parcelación de personas por edades (aunque mucho de esto se está viendo también
en las calles).
El último aspecto importante para hablar
de ciudadanismo para Domínguez es su aspiración de aglutinar una mayoría.
La estrategia
del ciudadanismo consiste en, a través del pacifismo y de tener un diálogo con
el poder, participar en la gestión del
mundo. Su finalidad es volver más justo el capitalismo. Para ello la lucha de
clases es sustituida aquí por la participación política de los ciudadanos, que
como ya se ha comentado con anterioridad, no sólo deben elegir a sus
representantes, sino además actuar constantemente para hacer presión sobre
ellos, para que apliquen aquello por lo que fueron elegidos y solicitar un
“control ciudadano” para todos los extremos crueles del capitalismo.
Tal y como
explica Mario Domínguez, las raíces del ciudadanismo deben buscarse en la
disolución del viejo movimiento obrero, en la desaparición de la conciencia de
clase y de su proyecto histórico, vencidos ante la parcelación del trabajo, la
precarización laboral y la desaparición de la fábrica “comunitaria”, por la
globalización o mejor dicho mundialización, en la que los Estados acompañan deshaciéndose
del sector público, reduciendo al máximo el coste del trabajo.
Ante esto,
Amorós reflexiona que las masas juveniles lejos de sentir como suya la causa de
la libertad o la lucha contra la opresión social, lo que realmente sienten es
una necesidad ilimitada de entretenimiento.
Lo que antes se
sentía como lucha de clases, como la lucha ante una opresión, ahora es visto
como una fiesta; manifestaciones y reivindicaciones como medio para divertirse,
dejando atrás la ideología obrerista, sin apenas darse cuenta o pasando por las
conquistas intelectuales básicas, las aportaciones críticas imprescindibles, y
en general, echando por la borda todo el bagaje teórico de la lucha precedente.
Este nuevo
“movimiento” representa una lucha en la que no se cree, donde los ciudadanos
sienten que están atados de pies y manos. Mediante el ciudadanismo las clases
medias desheredadas reconstruyen su identidad de clase perdida.
La reestructuración mundial del capitalismo
ha provocado la caída del viejo capital nacional. Cabe preguntarse, como se
sugiere en la lectura de Beck ¿quién garantiza los Derechos Humanos en el mundo
del post-estado nacional? En este mundo del post-estado nacional se crean
“sub-políticas” mundiales que benefician a las empresas que se desplazan en el
ámbito de la sociedad mundial: esto hace que el capitalismo se quede sin
trabajo produciendo paro. El resultado: se rompe la alianza entre sociedad de
mercado, estado asistencial y democracia. El desarrollo económico rehúye al
control del Estado nacional mientras, por otra parte, sus consecuencias
sociales (paro, inmigración pobreza…) se ensañan en las arcas del Estado
asistencial nacional.
Aunque algunos autores piensen en
ciudadanos como movimientos desorientados, sin saber hacia dónde ir, como
reestructurarse, lo que sí que parece claro
es que sienten que los recursos, que ese capital ha de repartirse más
justamente.
En esa idea que
algunos autores comparten de ciudadanos incapaces de crear un “movimiento”, una
ideología que supere a la identidad de la pertenencia de la clase obrera, los
ciudadanos sienten que pueden lograrlo a través de esa idea expuesta por Mario
Domínguez de reforzamiento del Estado, presionando a sus representantes
políticos para lograr lo que desean, lo cual les coloca en una situación un
tanto pasiva, pero no del todo.
El ciudadanismo
ante la desintegración de los movimientos sociales a través de cierta
“democracia participativa” que se les otorga, juega el papel de mediador entre
los movimientos sociales y el Estado, reconociendo al Estado como mediador
neutro entre el capital y los movimientos sociales.
Después de analizar las ideas más
importantes expuestas en el texto anterior, pasaremos a rescatar las ideas de
la noticia publicada en octubre de 2005 en Irún: “Educación Cívica. Talones
Cívicos”, y a analizarla desde la perspectiva de la Educación Social, Educación
Cívica, Talones Cívicos
Los agentes
cívicos han entregado, hasta hoy, 570 talones cívicos.
Los
comportamientos incívicos mayoritarios
se relacionan con las mascotas
Las agentes de
civismo han entregado, hasta hoy, 570 "talones cívicos" (advertencias
sobre comportamientos poco respetuosos) como consecuencia del trabajo de
sensibilización y concienciación en torno al cumplimiento 'de la Ordenanza de
Comportamiento Cívico que vienen desarrollando desde principios de septiembre
en diferentes calles de lrun.
La mayor parte
de los talones entregados hacen referencia a comportamientos relacionados con
las mascotas, como no pasear a los perros en la vía publica con correa. En
segundo lugar, se han realizado advertencias por aparcar indebidamente, y en
tercer y cuarto lugar por circular con ciclomotores por aceras o parques, y por
el mal uso de contenedores, respectivamente. En menor medida, otros
comportamientos incívicos percibidos por las agentes en los ciudadanos han sido
el no recoger excrementos de los perros, escupir, arrojar desperdicios, dejar
residuos o incluso orinar en la vía publica.
La labor que
realizan estas ocho agentes se enmarca dentro de la campana "Irun por el
Civismo" que el Ayuntamiento desarrolla desde principios de año. "El
trabajo consiste en advertir a/os ciudadanos que estén rea/izando algún
comportamiento considerado incívico, con amabilidad y educación, que su
actuación contraviene a la ordenanza y es molesta para otros ciudadanos",
recuerda el inspector de la Unidad de Convivencia Ciudadana, Santi Canales.
Además de la
advertencia, las agentes entregan a los ciudadanos el citado talón cívico con
el que se trata de hacer constar por escrito la advertencia realizada y que en
ningún caso es una multa. Esta labor de campo está previsto que se desarrolle
hasta el próximo 8 de noviembre.
La delegada de
Relaciones con el Ciudadano, Maite Cruzado, ha realizado una valoración
positiva del trabajo desarrollado por las agentes. "En el 90% de los casos
la respuesta de los ciudadanos a las advertencias ha sido buena y los
comportamientos registrados se encuentran en la línea de los aspectos de
civismo que al inicio de la campana los iruneses señalaron como más
preocupantes, como las mascotas o los aparcamientos indebidos".
Irun, 7 de
octubre de 2005
En esta noticia
vemos como se apela al civismo como una obligación, a través de una sanción
“moral” que más tarde pasará a ser una sanción de verdad. No como una práctica
que se aprende gradualmente con el fin de mejorar la vida en sociedad.
Este tipo de
prácticas, abordar a la gente por la calle y “soltarles” una charla moralista,
se enmascara como un comportamiento amable y educado con el fin de “crear”
ciudadanos correctos y responsables. Pero un ciudadano responsable no pasa sólo
por aparcar debidamente, por utilizar adecuadamente los contenedores, por
recoger los excrementos de los perros o no dejar residuos en la vía pública. Un
ciudadano es mucho más que eso (aquí se omiten las relaciones sociales) pero
esas prácticas son las que interesan tener controladas desde el poder.
El educar en el
civismo debería plantearse aspectos más importantes como el del respeto a la
diversidad, una fuerte de cohesión social que facilite a la comunidad
preocuparse por aspectos comunes…
El discurso
educativo se encamina en desarrollar buenas conciencias, buenos sentimientos,
no en el cumplimiento de la ley porque no queda más remedio que acatarlo. Lo
que se propone el discurso pedagógico es crear ciudadanos críticos, no
ciudadanos obedientes y sumisos.
El riesgo que se
corre con este tipo de acciones es que se intenta convertir el espacio público
como dominado, idealizado, donde todo el mundo se tiene que llevar bien. Lo que
se pretende convertir en educación cívica es dar charlas morales,
ridiculizantes en la calle, amenazando
con que si se vuelve hacer lo que quiera que hayan hecho, vendrá un policía a
multarle. Resulta más violento (aunque
se enmascare con educación cívica) una charla moralista que una multa, la cual
al fin y al cabo resulta más objetiva.
Con este tipo de
acciones convertimos la educación en otra cosa. La educación enseña cosas, no
obliga a cumplirlas. También es importante desde la educación enseñar a tomar
elecciones y asumir las consecuencias y responsabilidad de lo que se ha hecho.
CIUDADANISMO Y EDUCACIÓN SOCIAL
Desde la
Educación Social se pretende crear una ciudadanía, con sentimiento de que el
bien público es común, es de todos, inculcar el sentimiento de pertenencia, de
comunidad. Para hablar de comunidad es básico hablar de libertad individual,
pero esta libertad individual no debe poner en riesgo el bien común, sería una
libertad individual dentro de unos límites cuando se trata de vivir en
sociedad.
El educador/a
social muestra unos modelos ideales de ciudadanía, pero el riesgo que se corre
aquí es poner a trabajar a un educador/a social con la ley, el utilizar el
espacio público para el control de las conductas. La ley no es competencia del
educador/a social (le atañe a la policía), mientras que la norma sí es
competencia del educador/a, la recibe en el encargo. Y su tarea no es controlar
las conductas, sino transmitir valores que hagan ciudadanos críticos y
comprometidos, así como la calle puede ser su aliado en la tarea educativa, no
una zona de restricciones.
Educar en el
civismo es enseñar normas de uso público, de convivencia, de respeto, que rigen
una determinada sociedad. Ésta es la tarea del educador/a social entre otras
como pueden ser: enseñar qué es un semáforo, qué es lo que se puede hacer en la
calle y que no, las normas de circulación en los espacios públicos…
El educador/a
tiene el encargo de transmitir la norma; de enseñar que no se puede utilizar un
espacio público y dejar rastro en él. En realidad he aquí la gran norma que
transmitir: los espacios públicos son míos mientras los uso, pero dejan de
serlo en el momento en que me voy. La
tarea educativa estriba en hacer comprender que no hay que dejar rastro de mi
presencia en mi paso por ellos.
La calle es
incontrolable, pero hay un proceso de interiorización, de formas de utilizarlo.
El objetivo de la educación es transmitir que de alguna manera, aquello que
ocurre en la calle me compete, nos compete a todos.
Una tarea ardua
para el educador/a es transmitir que hay que cumplir la norma, aunque
personalmente se ponga en cuestión y se explique que no se está de acuerdo con
ciertas normas. Esta tarea tiene que cumplirse, pero buscando, aportando algo
imaginativo donde se pueda actuar de acuerdo a los propios pensamientos pero
sin dejar de cumplir la norma.
En el siguiente
ejemplo puede verse esto con más claridad:
Si la norma establece que en la calle no
pueden estar veinte personas juntas, separarlas en dos grupos de diez. Siguen
estando juntos pero no se contraviene la norma.
Para educar
personas con conciencia social, un ciudadano que sepa desenvolverse en el
espacio público, la educación tiene que apostar por el otro, pensar que es
capaz, y no como vemos en esta noticia, simplemente restringir sin aportar nada
a cambio más que una sanción. Para ello, como educador/a se ha de ser ambicioso
pero a la vez “ingenuo”, engañarse para complementarse con el discurso
político. Aquí entraría en juego la tercera vía de Giddens, donde se enfatiza
la educación y los mecanismos de competencia regulada a fin de obtener
progreso, desarrollo económico, social y otros objetivos sociales. Donde se
puede sacar en conclusión que no es válido ni un extremo ni otro, que hay que
mitigar los excesos, suavizándolos, pero no cambiándolo todo.
Se pretende
desde el discurso político que el ciudadanismo lo convierta todo en
sensibilidad y conciencia, pero se hace a través de normas y reglas que nada
tienen que ver con lo educativo, sino con acatarlo sin más. Dicen que la
ciudadanía rompe el antagonismo, las diferencias, y esto por sí sólo no es
verdad, hay que educar en el respeto a la diversidad y tener presente que la
calle es un lugar de conflicto para poder trabajar en ello y con ello, y no
esconderlo hipócritamente haciendo ver que el espacio público es el paraíso
donde no existe el conflicto.
La educación
trabaja para que la calle, la plaza, el espacio público convierta a los
ciudadanos en usuarios de los mismos, donde se practique el civismo, la
urbanidad, las buenas prácticas, el saber estar, la participación (en la medida
que se pueda) y el consenso.
El último de los textos que analizaremos
en referencia a la ciudadanía, espacio público y ciudadanismo será el de Manuel
Delgado: “El espacio público como ideología”
Últimamente se
habla de espacio público, se utiliza este término de una forma más común que
anteriormente, Manuel Delgado a través de otros autores propone distintas
acepciones para este término:
· Como sinónimo de calle o
plaza (utilizado anteriormente)
· Para designar de forma
genérica los espacios abiertos y accesibles de una ciudad
· Espacio de y para las
relaciones en público (relaciones de paso, efímeras)
· Áreas de la ciudad a las
que todos tiene acceso: parques, lugares de acomodo públicos, edificios
públicos…
· Asociado a esfera
pública, donde un grupo de personas se pronuncian sobre asuntos concernientes a
la vida en común
Ninguna de ellas
es la que encontramos vigente en la actualidad, pero sí recalcaremos una
distinción entre dos de ellas:
- Esfera pública, se ocupa de los
asuntos que son comunes (regulación de las escuelas, alcantarillado…)
- Espacio público, es el lugar de acceso
Hoy en día se
entiende por espacio público:
“Espacio de
visibilidad generalizada, en la que los co-presentes forman una sociedad, […]
cada una de sus acciones está sometida a la consideración de los demás,
territorio por tanto de exposición, en el doble sentido de exhibición y de
riesgo” (Delgado, 2011: 19). Pero va más allá, en la actualidad vehicula una
fuerte connotación política “[…] esfera de coexistencia pacífica y armoniosa de
lo heterogéneo de la sociedad, evidencia de que lo que nos permite hacer
sociedad es que nos ponemos de acuerdo en un conjunto de postulados […] donde
las diferencias se ven superadas, sin quedar olvidados, ni negadas del todo
[…]” (Delgado, 2011:20).
Ésta es en la
actualidad la percepción que se tiene del espacio público, el ciudadanismo
puede verse desde diferentes perspectivas:
- Como democraticismo radical- la política media y conforma
la sociedad (asociación libre e igualitaria de sujetos con dependencia y
vínculos de mutuo reconocimiento)
- Como ideología de elección de la social-democracia-
preocupación por la necesidad de armonizar espacio público y capitalismo
para alcanzar la paz social
- Como dogma de referencia de movimientos de reforma
ética del capitalismo- aspiran a aliviar las consecuencias del capitalismo
mediante valores democráticos abstractos y para ello se requiere el
aumento en las competencias estatales.
Las clases
dominantes a través de la ideología ciudadanista consiguen que los gobiernos a
su servicio obtengan el consentimiento activo de los gobernados, aquí entran en
juego dominaciones sutiles enmascaradas de principios elementales de orden
superior. Con dicho consentimiento se contribuye a la reproducción de dicha
dominación.
Una idea
importante de Marx, que Manuel Delgado rescata en este texto es la siguiente:
“Las estrategias de mediación hegelianas sirven en realidad, para camuflar toda
relación de explotación, todo dispositivo de exclusión, así como el papel de
los gobiernos como encubridores y garantes de todo tipo de asimetrías
sociales”. (Delgado, 2011: 23). La filosofía hegeliana gira en torno de la
construcción de las mediaciones que llevan al individuo aislado (en sus puras
necesidades y arrojado a las contingencias del mercado) a formar parte de un
todo universal, de una comunidad política (Estado ético). Cuando se habla de
participación ciudadana se hace desde la ilusión de ejercer un papel simétrico
al del poder, pero es preciso hacer un alto en este punto, para puntualizar
dicha participación, ya que la negociación sólo es posible cuando hay un mínimo
de condiciones de igualdad, sino se tapan las relaciones de poder.
La participación
ciudadana es una participación hueca porque no puede salirse de ciertos marcos,
para poder llevarla a cabo se tienen que disimular las relaciones de poder
previas.
Se sabe que
cuando se le da una elección libre al ciudadano, por regla general, se tiende a
que éste intenta salir beneficiado sin pensar en los demás, por ejemplo, cada
barrio pretenderá tener las mejores instalaciones sin tener en cuenta que el
barrio de al lado se quedará sin estas. En cuestión de elecciones hay cosas que
no se pueden decidir siempre entre todos porque no sería objetivo ni justo.
Pero sí sería razonable equilibrar la balanza del poder entre unos y otros.
El espacio
público como lugar es donde deberían verse confirmados esos postulados del
Estado, donde se dice que las relaciones sociales en las calles, los parques,
son simétricas, donde se desvanecen las desigualdades. Sin embrago, esta sería la ideología
ciudadanista que se intenta vender desde los gobiernos, la realidad de los
espacios públicos es bien distinta. Ese postulado de relaciones sociales
simétricas, choca con una realidad donde existen las clases sociales, donde
sabemos que no todo el mundo tiene la misma accesibilidad a los espacios
públicos, véase el ejemplo de los inmigrantes, mendigos…
Para lograr este
“ideal” los gobiernos, los ayuntamientos, inventan y reinventan leyes y
reglamentos que invisibilicen lo que perturba su ideal de calle, de parque, de
ciudad, controlando cada vez más los espacios públicos. Las ciudades se venden
como un ideal de paz, de tranquilidad, y para ello se regula hasta el extremo
desde los ayuntamientos. Un caso concreto es la práctica del “botellón”, esto
deriva a temas de salud para regular dicha práctica porque resulta molesta.
Si estuviéramos
hablando de preocupación real por la salud, también se prohibiría la práctica
de beber alcohol en los bares, pero en este caso no resulta tan molesto, ni tan
difícil de controlar revueltas como en el caso de la calle.
Otra forma de
control ciudadano es la parcelación por edades. Acaban con la vida pública como
tal, se construyen sitios cercados donde
sólo se hace una actividad, segmentando poblaciones por edades. Véase los
parques para niños o los gimnasios para mayores al aire libre.
A veces estas
normas llegan a tal extremo de control que se convierten en perversiones
exageradas: “No beber en la calle” (¿alcohol u otras bebidas no alcohólicas?),
“no vomitar”, “no gritar”, “no jugar a la pelota”…
Las campañas
pedagógicas utilizan la educación para el espacio público y en el espacio
público para crear ciudadanos.
El Estado
utiliza la educación para programas ciudadanistas con el fin de controlar las
poblaciones y los críticos sociales terminan criticando que la educación haga
esto.
Aquí podemos ver
la perversión del lenguaje (del mensaje). Los poderes se apropian de los
discursos y luego hacen normas y reglas de control.
Intentan crear
ese espacio armonioso del que hablábamos, y en nombre de eso se ejerce el
control del que hemos hablado también, y se borra a los mendigos, las
prostitutas, a la gente que practica “botellón”, en definitiva a la gente que
no contribuye o molesta en ese “ideal” de ciudad que se pretende. Pero de sobra
es sabido que la vida pública, como la vida en sí, es un lugar de conflicto,
del que ellos intentan enmascarar con una vida edulcorada que dista mucho de la
realidad.
Pero el usuario,
ciudadano, es quien da cuenta en su práctica, de los derechos que hacen o
deberían hacer posible el equilibrio entre un orden social desigual e injusto y
un orden político teóricamente equitativo.
En definitiva,
urbanistas y políticos intentan hacer una ciudad donde todo sea un remanso de
paz, eliminando a golpe de leyes, normas o normativas todo aquello que perturbe
su postulado de ciudad ideal. Pero el espacio público debería ser ese lugar
donde se practicara la ciudadanía, la convivencia, el civismo, la democracia…
pero al confrontar ambos postulados, nos damos cuenta de las desigualdades e
injusticias que existen en nuestra sociedad.
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