lunes, 9 de abril de 2012

CIUDADANÍA, ESPACIO PÚBLICO Y CIUDADANISMO

 



CIUDADANÍA, ESPACIO PÚBLICO Y CIUDADANISMO

Para hablar de estos conceptos vamos a remitirnos a textos y noticias trabajadas en clase de Animación Socio-Cultural II, para abordarlos desde distintas perspectivas:
 “Crítica del ciudadanismo” de Mario Domínguez Sánchez
 Noticia publicada en octubre de 2005 en Irún: “Educación Cívica. Talones Cívicos”
  “El espacio público como ideología” de Manuel Delgado

      Empezaremos abordando el tema del ciudadanismo  referido en el texto “Crítica al ciudadanismo” de Mario Domínguez.
En palabras de Mario Domínguez: “[…] entendemos por ciudadanismo una ideología difusa, asociada a un cierto conjunto de prácticas políticas y ampliamente difundida, cuyos rasgos son”:
1.            Que la democracia es capaz de oponerse al capitalismo
2.            El proyecto de reforzar el Estado
3.            Su vocación universal, de abarcar todo, y su vocación  pedagógica
4.            Aglutinar una inmensa mayoría social

         El primer aspecto que plantea Mario Domínguez es que la democracia es capaz de oponerse al capitalismo, en la que se plantea la idea de que los ciudadanos se mueven entre el individualismo extremo y la masa. Aunque la misma palabra individualismo subraya la individualidad de la persona, de que no haya un aspecto colectivo, se sabe que el ciudadanismo juega en base a una representación colectiva que aboga por la representación y bienestar de todos (por lo menos en teoría).
     Actualmente este colectivo, esta masa, se encuentra despolitizada, sin ambición de seguir a sus dirigentes  en todo momento. No quieren hacer política, sino ser objeto de la misma.
     En este “conflicto” entre individuo y masa habría que recalcar que la en la actualidad la sociedad le da un mínimo valor  al colectivo, dando gran importancia al individuo, es decir anteriormente se daba gran importancia al grupo, mientras que ahora existe un individualismo exacerbado. Es importante detenerse en este sentido, ya que cuando se habla de masa no se hace en el mismo sentido que en el de grupo, ya que un grupo implica vínculo, fuerza, unión, mientras que masa implica individuos con mayor sugestionabilidad, contagio emocional, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato para el individuo. En un mundo globalizado cada vez se habla más de masas y se aboga más por el individualismo. Si bien es cierto que muchos individuos individuales comprometidos forman una masa comprometida.
     Las redes de ciudadanía creadas en la actualidad, pueden definirse parafraseando a Esteban Ibarra como: iniciativas organizadas de una forma automática y horizontal, donde no sólo se lucha por oponerse y resistir, sino que crean situaciones transformadoras de la realidad. Bajo esta perspectiva podemos concebir a los ciudadanos como individuos que crean un pensamiento político por sí mismos. Al contrario del pensamiento de Domínguez, Ibarra siente a los ciudadanos como actores activos y no pasivos.
     Un aspecto primordial que emana del ciudadanismo es el de participación, el deseo de democracia, en el que sería importante sentir que el ciudadano puede hacer algo más (como plantea Esteban Ibarra) que votar o abstenerse a hacerlo.
El ciudadanismo tiene un carácter moral; hay que tener una posición cívica, generosa, para así beneficiarse de lo bueno.
Desde el discurso ciudadanista se busca:
-                    La participación activa en el sistema político
-                    La inclusión de los movimientos sociales
-                    Que el gobierno local busque la participación, pero no sólo informando al ciudadano, sino formándolo e integrándolo
-                    Que haya una cohesión e integración social
-                    Que los agentes político institucionales transformen en propuestas concretas las demandas de los ciudadanos
     Se puede decir que los ciudadanistas intentan recomponer el vínculo  que unía antiguamente a “la clase obrera” mediante la unión de los ciudadanos a través del Estado. Aunque difícilmente puede hacerse esto cuando la principal preocupación reinante es la del “bienestar” de los mercados por encima del bienestar y protección de las personas, de los ciudadanos.
        El segundo aspecto que plantea Domínguez es el de reforzar el Estado.
    El ciudadanismo entiende que el Estado democrático es un medio válido para paliar e incluso para acabar con las desigualdades sociales.
     Para materializar esta idea de reforzamiento del Estado, los ciudadanos no sólo deben elegir a sus representantes, sino presionarles para que actúen como corresponde, es decir  realizando políticas sociales efectivas.
En este sentido se hacen importantes las palabras de Pont: “El ciudadano ha de tener la capacidad de decisión y de opinión sobre cómo ha de ser el Estado que le proteja”. Aunque en la práctica tal idea resulta casi una utopía, conciliar lo que se pretende con lo que es en realidad.
    Una idea importante del ciudadanismo es la fuerte defensa que se hace del sector público como un derecho que debería estar fuera de la lógica capitalista. A partir de la mundialización o globalización, se ha creado un discurso contra el “ultraliberalismo incontrolado”, donde todos los ciudadanos son llamados con un tono de miserabilismo y culpabilización, a convertirse en los co-gestores de la economía mundial, por medio de la presión y el control ciudadano.
    Aunque en opinión del autor los ciudadanos son sujetos pasivos, cada vez son más las voces que se levantan en contra del capitalismo descontrolado y de las injustas reparticiones del mismo, aumentando con ello las movilizaciones mundiales en contra de esta ceración de sociedades duales.
         El tercer aspecto que aborda el autor es la vocación ecuménica y pedagógica del ciudadanismo.
El espacio de lucha ya no son las fábricas, las calles, el barrio… sino los medios de comunicación que “controlan” a la multitud, diciéndoles que tienen que hacer. Por eso cuanta más desunión, más vulnerabilidad de los individuos hay frente a las continuas noticias que se publican. Por ello es importante volver al tema de la participación, ésta tiene como objeto directo escuchar a los ciudadanos, aunque lo que realmente es importante es que con la participación se consigue una buena cohesión social que garantiza el buen funcionamiento de nuestra sociedad, y por consiguiente un refuerzo y una opinión propia frente a las noticias generadas por los medios de comunicación.
La participación, se refiere en definitiva a una ciudadanía que adquiere madurez democrática y dinamismo socioeconómico a través de la propia participación en los asuntos colectivos y también sirve para promocionar determinadas conductas y actitudes ciudadanas.
    Desde la educación, se ha abordado la ciudadanía en el gobierno anterior implantando la asignatura de enseñanza secundaria Educación para la Ciudadanía, desde la que se pretendía fomentar el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la participación o la libertad. Aunque en realidad los contenidos se reducían a lo que el sistema político y económico aceptaba como “buenas conductas ciudadanas”, donde la única medida educativa posible era inculcar la necesidad de aceptarla.
Hace no muchos años, este cometido de hacer “buenos” ciudadanos no era visto como una obligación, sino que se daba de una forma más espontánea en el día a día. Los competentes de dar indicaciones para ser un buen ciudadano eran la familia, los vecinos, los amigos… ahora este cometido se deja a la educación secundaria, como si desde pequeño no se tuviera que formar, tomar conciencia de las prácticas que son aceptables en el ámbito público . No es algo que haya que “obligar” a hacerlo a partir de ciertas edades, sino un aprendizaje progresivo de lo que es vivir adecuadamente en sociedad. El niño debe aprender en la calle la vida social, no se puede aprender cercado en un sitio y con actividades programadas. Precisa de un ritmo y  de una forma más espontánea que las que se dan en un aula. Además la vida social en la calle favorece las relaciones inter-generacionales, perdidas en la parcelación de personas por edades (aunque mucho de esto se está viendo también en las calles).
     El último aspecto importante para hablar de ciudadanismo para Domínguez es su aspiración de aglutinar una mayoría.
La estrategia del ciudadanismo consiste en, a través del pacifismo y de tener un diálogo con el poder,  participar en la gestión del mundo. Su finalidad es volver más justo el capitalismo. Para ello la lucha de clases es sustituida aquí por la participación política de los ciudadanos, que como ya se ha comentado con anterioridad, no sólo deben elegir a sus representantes, sino además actuar constantemente para hacer presión sobre ellos, para que apliquen aquello por lo que fueron elegidos y solicitar un “control ciudadano” para todos los extremos crueles del capitalismo.
Tal y como explica Mario Domínguez, las raíces del ciudadanismo deben buscarse en la disolución del viejo movimiento obrero, en la desaparición de la conciencia de clase y de su proyecto histórico, vencidos ante la parcelación del trabajo, la precarización laboral y la desaparición de la fábrica “comunitaria”, por la globalización o mejor dicho mundialización, en la     que los Estados acompañan deshaciéndose del sector público, reduciendo al máximo el coste del trabajo.
Ante esto, Amorós reflexiona que las masas juveniles lejos de sentir como suya la causa de la libertad o la lucha contra la opresión social, lo que realmente sienten es una necesidad ilimitada de entretenimiento.
Lo que antes se sentía como lucha de clases, como la lucha ante una opresión, ahora es visto como una fiesta; manifestaciones y reivindicaciones como medio para divertirse, dejando atrás la ideología obrerista, sin apenas darse cuenta o pasando por las conquistas intelectuales básicas, las aportaciones críticas imprescindibles, y en general, echando por la borda todo el bagaje teórico de la lucha precedente.
Este nuevo “movimiento” representa una lucha en la que no se cree, donde los ciudadanos sienten que están atados de pies y manos. Mediante el ciudadanismo las clases medias desheredadas reconstruyen su identidad de clase perdida.
    La reestructuración mundial del capitalismo ha provocado la caída del viejo capital nacional. Cabe preguntarse, como se sugiere en la lectura de Beck ¿quién garantiza los Derechos Humanos en el mundo del post-estado nacional? En este mundo del post-estado nacional se crean “sub-políticas” mundiales que benefician a las empresas que se desplazan en el ámbito de la sociedad mundial: esto hace que el capitalismo se quede sin trabajo produciendo paro. El resultado: se rompe la alianza entre sociedad de mercado, estado asistencial y democracia. El desarrollo económico rehúye al control del Estado nacional mientras, por otra parte, sus consecuencias sociales (paro, inmigración pobreza…) se ensañan en las arcas del Estado asistencial nacional.
     Aunque algunos autores piensen en ciudadanos como movimientos desorientados, sin saber hacia dónde ir, como reestructurarse, lo que sí que parece claro  es que sienten que los recursos, que ese capital ha de repartirse más justamente.
En esa idea que algunos autores comparten de ciudadanos incapaces de crear un “movimiento”, una ideología que supere a la identidad de la pertenencia de la clase obrera, los ciudadanos sienten que pueden lograrlo a través de esa idea expuesta por Mario Domínguez de reforzamiento del Estado, presionando a sus representantes políticos para lograr lo que desean, lo cual les coloca en una situación un tanto pasiva, pero no del todo.
El ciudadanismo ante la desintegración de los movimientos sociales a través de cierta “democracia participativa” que se les otorga, juega el papel de mediador entre los movimientos sociales y el Estado, reconociendo al Estado como mediador neutro entre el capital y los movimientos sociales.

      Después de analizar las ideas más importantes expuestas en el texto anterior, pasaremos a rescatar las ideas de la noticia publicada en octubre de 2005 en Irún: “Educación Cívica. Talones Cívicos”, y a analizarla desde la perspectiva de la Educación Social, Educación Cívica, Talones Cívicos
Los agentes cívicos han entregado, hasta hoy, 570 talones cívicos.
Los comportamientos incívicos mayoritarios  se relacionan con las mascotas
Las agentes de civismo han entregado, hasta hoy, 570 "talones cívicos" (advertencias sobre comportamientos poco respetuosos) como consecuencia del trabajo de sensibilización y concienciación en torno al cumplimiento 'de la Ordenanza de Comportamiento Cívico que vienen desarrollando desde principios de septiembre en diferentes calles de lrun.
La mayor parte de los talones entregados hacen referencia a comportamientos relacionados con las mascotas, como no pasear a los perros en la vía publica con correa. En segundo lugar, se han realizado advertencias por aparcar indebidamente, y en tercer y cuarto lugar por circular con ciclomotores por aceras o parques, y por el mal uso de contenedores, respectivamente. En menor medida, otros comportamientos incívicos percibidos por las agentes en los ciudadanos han sido el no recoger excrementos de los perros, escupir, arrojar desperdicios, dejar residuos o incluso orinar en la vía publica.
La labor que realizan estas ocho agentes se enmarca dentro de la campana "Irun por el Civismo" que el Ayuntamiento desarrolla desde principios de año. "El trabajo consiste en advertir a/os ciudadanos que estén rea/izando algún comportamiento considerado incívico, con amabilidad y educación, que su actuación contraviene a la ordenanza y es molesta para otros ciudadanos", recuerda el inspector de la Unidad de Convivencia Ciudadana, Santi Canales.
Además de la advertencia, las agentes entregan a los ciudadanos el citado talón cívico con el que se trata de hacer constar por escrito la advertencia realizada y que en ningún caso es una multa. Esta labor de campo está previsto que se desarrolle hasta el próximo 8 de noviembre.
La delegada de Relaciones con el Ciudadano, Maite Cruzado, ha realizado una valoración positiva del trabajo desarrollado por las agentes. "En el 90% de los casos la respuesta de los ciudadanos a las advertencias ha sido buena y los comportamientos registrados se encuentran en la línea de los aspectos de civismo que al inicio de la campana los iruneses señalaron como más preocupantes, como las mascotas o los aparcamientos indebidos".
Irun, 7 de octubre de 2005



En esta noticia vemos como se apela al civismo como una obligación, a través de una sanción “moral” que más tarde pasará a ser una sanción de verdad. No como una práctica que se aprende gradualmente con el fin de mejorar la vida en sociedad.
Este tipo de prácticas, abordar a la gente por la calle y “soltarles” una charla moralista, se enmascara como un comportamiento amable y educado con el fin de “crear” ciudadanos correctos y responsables. Pero un ciudadano responsable no pasa sólo por aparcar debidamente, por utilizar adecuadamente los contenedores, por recoger los excrementos de los perros o no dejar residuos en la vía pública. Un ciudadano es mucho más que eso (aquí se omiten las relaciones sociales) pero esas prácticas son las que interesan tener controladas desde el poder.
El educar en el civismo debería plantearse aspectos más importantes como el del respeto a la diversidad, una fuerte de cohesión social que facilite a la comunidad preocuparse por aspectos comunes…
El discurso educativo se encamina en desarrollar buenas conciencias, buenos sentimientos, no en el cumplimiento de la ley porque no queda más remedio que acatarlo. Lo que se propone el discurso pedagógico es crear ciudadanos críticos, no ciudadanos obedientes y sumisos.
El riesgo que se corre con este tipo de acciones es que se intenta convertir el espacio público como dominado, idealizado, donde todo el mundo se tiene que llevar bien. Lo que se pretende convertir en educación cívica es dar charlas morales, ridiculizantes  en la calle, amenazando con que si se vuelve hacer lo que quiera que hayan hecho, vendrá un policía a multarle.  Resulta más violento (aunque se enmascare con educación cívica) una charla moralista que una multa, la cual al fin y al cabo resulta más objetiva.
Con este tipo de acciones convertimos la educación en otra cosa. La educación enseña cosas, no obliga a cumplirlas. También es importante desde la educación enseñar a tomar elecciones y asumir las consecuencias y responsabilidad de lo que se ha hecho.

CIUDADANISMO Y EDUCACIÓN SOCIAL

Desde la Educación Social se pretende crear una ciudadanía, con sentimiento de que el bien público es común, es de todos, inculcar el sentimiento de pertenencia, de comunidad. Para hablar de comunidad es básico hablar de libertad individual, pero esta libertad individual no debe poner en riesgo el bien común, sería una libertad individual dentro de unos límites cuando se trata de vivir en sociedad.
El educador/a social muestra unos modelos ideales de ciudadanía, pero el riesgo que se corre aquí es poner a trabajar a un educador/a social con la ley, el utilizar el espacio público para el control de las conductas. La ley no es competencia del educador/a social (le atañe a la policía), mientras que la norma sí es competencia del educador/a, la recibe en el encargo. Y su tarea no es controlar las conductas, sino transmitir valores que hagan ciudadanos críticos y comprometidos, así como la calle puede ser su aliado en la tarea educativa, no una zona de restricciones.
Educar en el civismo es enseñar normas de uso público, de convivencia, de respeto, que rigen una determinada sociedad. Ésta es la tarea del educador/a social entre otras como pueden ser: enseñar qué es un semáforo, qué es lo que se puede hacer en la calle y que no, las normas de circulación en los espacios públicos…
El educador/a tiene el encargo de transmitir la norma; de enseñar que no se puede utilizar un espacio público y dejar rastro en él. En realidad he aquí la gran norma que transmitir: los espacios públicos son míos mientras los uso, pero dejan de serlo en el momento en que me voy.  La tarea educativa estriba en hacer comprender que no hay que dejar rastro de mi presencia en mi paso por ellos.
La calle es incontrolable, pero hay un proceso de interiorización, de formas de utilizarlo. El objetivo de la educación es transmitir que de alguna manera, aquello que ocurre en la calle me compete, nos compete a todos.
Una tarea ardua para el educador/a es transmitir que hay que cumplir la norma, aunque personalmente se ponga en cuestión y se explique que no se está de acuerdo con ciertas normas. Esta tarea tiene que cumplirse, pero buscando, aportando algo imaginativo donde se pueda actuar de acuerdo a los propios pensamientos pero sin dejar de cumplir la norma.
En el siguiente ejemplo puede verse esto con más claridad:

  Si la norma establece que en la calle no pueden estar veinte personas juntas, separarlas en dos grupos de diez. Siguen estando juntos pero no se contraviene la norma.
Para educar personas con conciencia social, un ciudadano que sepa desenvolverse en el espacio público, la educación tiene que apostar por el otro, pensar que es capaz, y no como vemos en esta noticia, simplemente restringir sin aportar nada a cambio más que una sanción. Para ello, como educador/a se ha de ser ambicioso pero a la vez “ingenuo”, engañarse para complementarse con el discurso político. Aquí entraría en juego la tercera vía de Giddens, donde se enfatiza la educación y los mecanismos de competencia regulada a fin de obtener progreso, desarrollo económico, social y otros objetivos sociales. Donde se puede sacar en conclusión que no es válido ni un extremo ni otro, que hay que mitigar los excesos, suavizándolos, pero no cambiándolo todo.
Se pretende desde el discurso político que el ciudadanismo lo convierta todo en sensibilidad y conciencia, pero se hace a través de normas y reglas que nada tienen que ver con lo educativo, sino con acatarlo sin más. Dicen que la ciudadanía rompe el antagonismo, las diferencias, y esto por sí sólo no es verdad, hay que educar en el respeto a la diversidad y tener presente que la calle es un lugar de conflicto para poder trabajar en ello y con ello, y no esconderlo hipócritamente haciendo ver que el espacio público es el paraíso donde no existe el conflicto.
La educación trabaja para que la calle, la plaza, el espacio público convierta a los ciudadanos en usuarios de los mismos, donde se practique el civismo, la urbanidad, las buenas prácticas, el saber estar, la participación (en la medida que se pueda) y el consenso.

      El último de los textos que analizaremos en referencia a la ciudadanía, espacio público y ciudadanismo será el de Manuel Delgado: “El espacio público como ideología”
Últimamente se habla de espacio público, se utiliza este término de una forma más común que anteriormente, Manuel Delgado a través de otros autores propone distintas acepciones para este término:
·         Como sinónimo de calle o plaza (utilizado anteriormente)
·         Para designar de forma genérica los espacios abiertos y accesibles de una ciudad
·         Espacio de y para las relaciones en público (relaciones de paso, efímeras)
·         Áreas de la ciudad a las que todos tiene acceso: parques, lugares de acomodo públicos, edificios públicos…
·         Asociado a esfera pública, donde un grupo de personas se pronuncian sobre asuntos concernientes a la vida en común
Ninguna de ellas es la que encontramos vigente en la actualidad, pero sí recalcaremos una distinción entre dos de ellas:
-  Esfera pública, se ocupa de los asuntos que son comunes (regulación de las escuelas, alcantarillado…)
- Espacio público, es el lugar de acceso

Hoy en día se entiende por espacio público:
“Espacio de visibilidad generalizada, en la que los co-presentes forman una sociedad, […] cada una de sus acciones está sometida a la consideración de los demás, territorio por tanto de exposición, en el doble sentido de exhibición y de riesgo” (Delgado, 2011: 19). Pero va más allá, en la actualidad vehicula una fuerte connotación política “[…] esfera de coexistencia pacífica y armoniosa de lo heterogéneo de la sociedad, evidencia de que lo que nos permite hacer sociedad es que nos ponemos de acuerdo en un conjunto de postulados […] donde las diferencias se ven superadas, sin quedar olvidados, ni negadas del todo […]” (Delgado, 2011:20).
Ésta es en la actualidad la percepción que se tiene del espacio público, el ciudadanismo puede verse desde diferentes perspectivas:

  • Como democraticismo radical- la política media y conforma la sociedad (asociación libre e igualitaria de sujetos con dependencia y vínculos de mutuo reconocimiento)
  • Como ideología de elección de la social-democracia- preocupación por la necesidad de armonizar espacio público y capitalismo para alcanzar la paz social
  • Como dogma de referencia de movimientos de reforma ética del capitalismo- aspiran a aliviar las consecuencias del capitalismo mediante valores democráticos abstractos y para ello se requiere el aumento en las competencias estatales.

Las clases dominantes a través de la ideología ciudadanista consiguen que los gobiernos a su servicio obtengan el consentimiento activo de los gobernados, aquí entran en juego dominaciones sutiles enmascaradas de principios elementales de orden superior. Con dicho consentimiento se contribuye a la reproducción de dicha dominación.

Una idea importante de Marx, que Manuel Delgado rescata en este texto es la siguiente: “Las estrategias de mediación hegelianas sirven en realidad, para camuflar toda relación de explotación, todo dispositivo de exclusión, así como el papel de los gobiernos como encubridores y garantes de todo tipo de asimetrías sociales”. (Delgado, 2011: 23). La filosofía hegeliana gira en torno de la construcción de las mediaciones que llevan al individuo aislado (en sus puras necesidades y arrojado a las contingencias del mercado) a formar parte de un todo universal, de una comunidad política (Estado ético). Cuando se habla de participación ciudadana se hace desde la ilusión de ejercer un papel simétrico al del poder, pero es preciso hacer un alto en este punto, para puntualizar dicha participación, ya que la negociación sólo es posible cuando hay un mínimo de condiciones de igualdad, sino se tapan las relaciones de poder.

La participación ciudadana es una participación hueca porque no puede salirse de ciertos marcos, para poder llevarla a cabo se tienen que disimular las relaciones de poder previas.
Se sabe que cuando se le da una elección libre al ciudadano, por regla general, se tiende a que éste intenta salir beneficiado sin pensar en los demás, por ejemplo, cada barrio pretenderá tener las mejores instalaciones sin tener en cuenta que el barrio de al lado se quedará sin estas. En cuestión de elecciones hay cosas que no se pueden decidir siempre entre todos porque no sería objetivo ni justo. Pero sí sería razonable equilibrar la balanza del poder entre unos y otros.

El espacio público como lugar es donde deberían verse confirmados esos postulados del Estado, donde se dice que las relaciones sociales en las calles, los parques, son simétricas, donde se desvanecen las desigualdades.  Sin embrago, esta sería la ideología ciudadanista que se intenta vender desde los gobiernos, la realidad de los espacios públicos es bien distinta. Ese postulado de relaciones sociales simétricas, choca con una realidad donde existen las clases sociales, donde sabemos que no todo el mundo tiene la misma accesibilidad a los espacios públicos, véase el ejemplo de los inmigrantes, mendigos…

Para lograr este “ideal” los gobiernos, los ayuntamientos, inventan y reinventan leyes y reglamentos que invisibilicen lo que perturba su ideal de calle, de parque, de ciudad, controlando cada vez más los espacios públicos. Las ciudades se venden como un ideal de paz, de tranquilidad, y para ello se regula hasta el extremo desde los ayuntamientos. Un caso concreto es la práctica del “botellón”, esto deriva a temas de salud para regular dicha práctica porque resulta molesta.
Si estuviéramos hablando de preocupación real por la salud, también se prohibiría la práctica de beber alcohol en los bares, pero en este caso no resulta tan molesto, ni tan difícil de controlar revueltas como en el caso de la calle.
Otra forma de control ciudadano es la parcelación por edades. Acaban con la vida pública como tal, se construyen  sitios cercados donde sólo se hace una actividad, segmentando poblaciones por edades. Véase los parques para niños o los gimnasios para mayores al aire libre.
A veces estas normas llegan a tal extremo de control que se convierten en perversiones exageradas: “No beber en la calle” (¿alcohol u otras bebidas no alcohólicas?), “no vomitar”, “no gritar”, “no jugar a la pelota”…

Las campañas pedagógicas utilizan la educación para el espacio público y en el espacio público para crear ciudadanos.
El Estado utiliza la educación para programas ciudadanistas con el fin de controlar las poblaciones y los críticos sociales terminan criticando que la educación haga esto.
Aquí podemos ver la perversión del lenguaje (del mensaje). Los poderes se apropian de los discursos y luego hacen normas y reglas de control.
Intentan crear ese espacio armonioso del que hablábamos, y en nombre de eso se ejerce el control del que hemos hablado también, y se borra a los mendigos, las prostitutas, a la gente que practica “botellón”, en definitiva a la gente que no contribuye o molesta en ese “ideal” de ciudad que se pretende. Pero de sobra es sabido que la vida pública, como la vida en sí, es un lugar de conflicto, del que ellos intentan enmascarar con una vida edulcorada que dista mucho de la realidad.
Pero el usuario, ciudadano, es quien da cuenta en su práctica, de los derechos que hacen o deberían hacer posible el equilibrio entre un orden social desigual e injusto y un orden político teóricamente equitativo.

En definitiva, urbanistas y políticos intentan hacer una ciudad donde todo sea un remanso de paz, eliminando a golpe de leyes, normas o normativas todo aquello que perturbe su postulado de ciudad ideal. Pero el espacio público debería ser ese lugar donde se practicara la ciudadanía, la convivencia, el civismo, la democracia… pero al confrontar ambos postulados, nos damos cuenta de las desigualdades e injusticias que existen en nuestra sociedad.

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